martes, 6 de agosto de 2019

Y tú me dominarás

Y TÚ ME DOMINARÁS


Y la verdad de todas las locuras, allí estabas echada en el lecho expectante para dominarme. Te observaba inserto en la llama de la sedición… Sí, con solo una ansia que atesoraba, ser dominado por ti. Y mis ojos se recreaban por cada rincón de tu piel, esperando la llamada de la creación. Tú estabas  absolutamente hierática con una sonrisa perversa oculta entre la comisura. Por la llama del reino de Caronte, seré capaz de contenerme, me preguntaba en lo más profundo del ser. Pero, tú sabías lo que hacías y nada te iba a salir mal, porque tú habías conquistado el trono y eras la única soberana de la alcoba.
Entonces, repentinamente, me tomaste de la corbata y me arrojaste a un rincón del lecho. Permanecí en la sumisión, mientras tú ocupaste el trono encima de mi vientre. No podía escapar por más que quisiera, y entonces cuando empezó nuestra aventura. Pude oler el aroma de tus labios. El hambre los dominó a través de tus besos largos y sedientos de sangre. Y no podía apartar mi mirada de tus iris salvajes. Sabía que no iba a salirte con la tuya. 
Arrancaste de cuajo los botones de mi camisa para morder mis pezones. Y la sangre se derramaba acaudaladamente y me sentía cada vez y cada vez más impulsado al deseo. 
Nuestros cuerpos sudaban y se retorcían explorando cada rincón de nuestras majestuosas pieles. Ansiaba más que nada descubrir cada secreto de tu ser, y devorarlo con ansiedad. 
Mis ojos se extendían en el caballo del delirio, cabalgando encabritado hacia la séptima esfera dantesca. El frenesí me arrastra a lo más oscuro y maldito del amor carnal. Y mis manos se deslizan sobre tus lunares hasta hallar tu monte afrodisíaco, para sorberlo hasta que alcances el éxtasis infernal. El pecado y la sedición que impulsan a probar el fruto del Árbol Paradisíaco, para brincar más allá del bien y el mal. 
Nos poseemos uno al otro haciendo brotar la llama que incendiará cada molécula de nuestros cuerpos y nuestras almas. La llama se extiende sin compasión hasta alcanzar el clímax del amor… aquel que nos arrastrará a la perdición y del que somos adictos, e, inevitablemente, del que seremos incapaz de escapar…